La forma en que nos comunicamos con nuestros hijos influye profundamente en cómo sienten, piensan y se comportan. Una comunicación negativa genera dinámicas frustrantes y tóxicas en el hogar. Puede generar situaciones desproporcionadas, volverse ofensiva y causar una separación emocional entre padres e hijos, llevando a sentimientos de aislamiento y enojo en ambas partes.
Tu hijo puede experimentar sentimientos de rechazo, falta de comprensión y soledad cuando percibe juicio, miedo, enojo o decepción en tu tono de voz. Y tus valiosos consejos pueden pasar desapercibidos o resultar contraproducentes.
Entonces, antes de responder a tu hijo (a menos que sea una emergencia), tómate un momento y considera estas 3 preguntas:
- ¿Qué les diré a mis hijos? ¿Les otorgaré más o menos poder?
- ¿Nos unirá más o nos distanciará?
- ¿Puedo separar mis emociones para darle a mi hijo una respuesta o un consejo adecuado?
Permite que tus palabras y tu tono reflejen respeto, mostrando que comprendes sus desafíos y estás allí para apoyarlo. Y gestiona tus propios miedos para evitar proyectarlos en tu hijo.
Al priorizar la conexión con nuestros hijos a través de una comunicación consciente, logramos tener un hogar más tranquilo y fomentamos relaciones llenas de sabiduría y amor para todos.