Nuestros hijos nos brindan la oportunidad de ser más delicados y sensibles con nuestras palabras, acciones y energía.
No podemos seguir hablando con un tono de voz inadecuado, ser irrespetuosos o actuar de forma brusca sin sentir de inmediato las consecuencias. Ciertamente, todos amamos a nuestros hijos, deseamos lo mejor para ellos y tenemos las mejores intenciones. Aun así, si logramos mantener la calidad de nuestra comunicación y el corazón abierto, estas serán las mejores herramientas para apoyar a nuestros hijos y a nosotros mismos a vivir desde nuestro yo superior.